Rafael Flores
Han leído bien: Vida Nueva, Año Nuevo.
Nuevo calendario, nueva agenda, nueva lista de intenciones y/o propósitos a incumplir sistemáticamente.
No les voy a aburrir con la mía, hace muchos años que no la hago. Mi tiempo se estructura por cursos, o mejor por temporadas, un vicio menor de los que hacemos televisión/radio/prensa, ciclos de septiembre a junio como los escolares, ya que es tras el verano cuando uno renace, o intenta renacer, no sin esfuerzo, venciendo la pereza, de entre las cenizas caniculares.
Es entonces cuando cambiamos el ritmo, la fórmula y los conceptos al hilo de la actualidad, mayormente la política, que nos marcará el paso hasta la llegada inexorable de los calores sobre todo en tiempos, como estos, de sobredosis electoral.
Este año, en Andalucía, los Reyes Magos nos traen un cambio, no ya de curso, sino de ciclo fruto de un parlamento, y subsiguiente gobierno, de composición desconocida en esta comunidad autónoma considerada como histórica, la comunidad digo, aunque el cambio también pretende serlo.
A estas alturas ya les supongo sobrados de análisis sesudos de lo que este traspaso de poderes, tildado de terremoto, tsunami y ampulosos términos similares, supondrá. Ya veremos si al final no se queda en chaparrón y si el remedio es mejor o peor que la enfermedad.
Pero vamos a lo nuestro, lo de aquí. En primavera llegará la renovación a los ayuntamientos con las elecciones municipales. Tiempo habrá en la campaña de repasar cuanto de bueno y de malo se ha hecho y cuanto de bueno y de malo se ha dejado de hacer. Bueno, sí, también nos esperan las generales y europeas.
Para toda la clase política, los que están y los que aspiran a estar tengo una cosita que debe ser más exigencia que ruego: no nos mientan más de lo estrictamente necesario, o sea nada, y para los que nos dedicamos a esto de la comunicación lo mismo, mintamos lo estrictamente necesario, o sea nada.
No nos engañen y sobre todo no nos engañemos. Ni la política ni los medios de comunicación vivimos nuestro mejor momento, con las escasas excepciones que correspondan. La mentira, el embuste, la falsedad y el bulo campan por sus respetos con una impunidad que asusta disfrazada de eso que ahora llaman la posverdad.
No se crean que no tengo nada para ustedes, sí, los que están leyendo esto. Antes de reenviar a sus contactos en las redes sociales, alguno puede que sea hasta amigo, uno de tantos falsos rumores, videos trucados, fakes y demás basura, tómense un momentito en contrastar lo que publican y sobre todo pregúntense a quien puede beneficiar o perjudicar ser altavoz de tanto ruido. Es un entretenimiento muy divertido, ya verán que risa cuando le cojan el tranquillo.
No, el titular de esta columna no está equivocado, yo me propongo, y les propongo, una vida nueva para un año nuevo en paz, fraternidad y, en lo posible, con la verdad por delante.