Rafael Flores
Entre los olivos verdes los cortijos blancos, muchos de ellos abandonados.
El campo reverdece en estos días. Nada nuevo, es primavera. Lo nuevo es que, además de florecer, se revela, se manifiesta, sin estridencias, sin quemar contenedores, con la serenidad e inagotable paciencia de la gente del campo, esperando, como quien espera la lluvia, a que alguien se acuerde de que el mundo rural existe.
Y ese alguien, con las elecciones a la vista, promete lo mismo que prometió hace cuatro años y hace ocho y hace doce, que los campesinos también votan.
El campo protesta por el abandono secular, por el atraso, por el olvido.
Y por la despoblación, una realidad que no solo afecta ya a las pequeñas aldeas perdidas, también a ciudades medias como Andújar que en la última década ha perdido quinientos habitantes, treinta mil menos tiene la provincia de Jaén en su conjunto. Ahí es nada.
No es este un problema menor aunque no suela aparecer en los discursos de nuestros políticos. Perdemos población en cantidad, pero también en calidad. Los que se van buscando nuevos horizontes son los más jóvenes, los mejor preparados. Con su marcha perdemos, además, impulso, dinamismo y, en definitiva, talento.
Las ciudades envejecen y el campo se despuebla mientras las megaurbes crecen desbordadas e insostenibles entre contaminación y perdida de identidad a partes iguales.
Y ya que hablamos de campo y contaminación. En unos días la Sierra de Andújar será escenario de una nueva Romería y a su término volverán las imágenes denigrantes de un entorno convertido en un autentico vertedero de basura.
Algo estaremos haciendo muy mal, incluyo a los medios de comunicación, para que, pese a las constantes llamadas a la concienciación y las campañas institucionales, este fenómeno se reproduzca año tras año.
Ciertamente no es un comportamiento exclusivo de estos días aunque sea ahora cuando alcanza su paroxismo. Cualquier fin de semana, cualquier puente festivo, los que frecuentamos nuestra sierra conteplamos con estupor el abandono de toda suerte de residuos, e incluso de muebles y objetos de todo tipo, plagando senderos y zonas de recreo.
Ya se sabe que para algunos lo que es de todos no es de nadie y alguien vendrá detrás que limpie nuestras miserias.
Ya digo, algo debemos estar haciendo muy mal.