Rafael Flores
Por estos días de febrero del año pasado nos dejaba Antonio Fraguas, Forges, una perdida que sentimos muy especialmente los que crecimos leyendo sus viñetas, sintiendo sus personajes como si fueran de nuestra propia familia e incorporando a nuestra jerga los términos que tan genialmente creaba. Unos de esos palabros delirantes fue el que pergeñó para titular unos cuadernos de comics que suponían una revisión de los usos y costumbres propios de unos tiempos que quedaban atrás, en este caso al menos, con más humor que ira: “los forrenta años”.
Tomo prestado el término “forgiano” aunque para hablar de otros cuarenta años que nada tienen que ver con aquellos a los que el genial humorista se refería.
Se cumplen cuatro décadas de ayuntamientos democráticos, les supongo al tanto. Poco dirá a los más jóvenes esta conmemoración e incluso les puede resultar extraño imaginar que antes de aquellos primeros comicios los alcaldes no se eligieran por el voto de los vecinos, pero así era.
En Andújar no fue precisamente fácil la normalización institucional de la actividad política en un Palacio Municipal que recordaba, con demasiada frecuencia, su antigua condición de Casa de Comedias.
Los primeros años de democracia local estuvieron llenos de vicisitudes de todo tipo que hacían que el nombre de nuestra ciudad apareciera día sí, día también, en la prensa nacional. Alcaldes fugaces, disidencias, transfuguismos, mociones de censura, encierros en la alcaldía, con conato de huelga de hambre incluido, líos y más líos que llegaron hasta el Tribunal Constitucional donde sentaron jurisprudencia.
Nada bueno supuso aquello para la ciudad pero nadie me negará que estábamos la mar de entretenidos. Esa algarabía afortunadamente pasó y los cambios en la corporación se han venido sucediendo después con la aburrida normalidad que la democracia conlleva.
A lo largo de este año se sucederán los análisis de lo que este tiempo ha supuesto de en la vida de nuestros pueblos y ciudades como colectivos humanos más o menos cohesionados. No podemos culpar de todos nuestros males a la administración local aunque esta pueda, y deba, ser motor y acicate para el cambio y el progreso social. Las apuestas de los gobiernos locales en materia de educación, medio ambiente, políticas sociales, cultura o nuevas tecnologías, por poner solo unos ejemplos, influyen inevitablemente en nuestra vida cotidiana de manera significativa.
Nada mejor para conmemorar la efeméride de “los forrenta años” de ayuntamientos democráticos que instar a los grupos políticos que participarán en las ya cercanas elecciones locales a que reflexionen sobre las posibilidades reales de facilitar la participación ciudadana, la de verdad, no la retórica, y profundizar en la autonomía municipal que consagra la Constitución y que blinda, o debería, a los ayuntamientos ante cualquier intento de intervencionismo por parte de instituciones que pongan en duda este principio básico en la organización y funcionamiento de los entes municipales.
¿Alguien se ha fijado en que el término “municipalismo” ha desaparecido prácticamente del discurso de nuestra clase política?.