Rafael Flores
Les supongo al tanto. Los datos de población en la provincia de Jaén, según el censo correspondiente al año 2019 son preocupantes, usando un término bastante amable, o directamente demoledores si utilizamos uno más ajustado a la triste realidad.
En solo un año nuestra provincia ha perdido 5.000 habitantes, algo menos de la población de Arjona para que se hagan una idea. Ya son ocho años consecutivos de caída, 33.000 menos en solo diez años, un triste record dentro de una Andalucía donde la brecha entre la costa y el interior es cada vez más profunda.
En el caso de Andújar, que es lo que aquí nos ocupa, en solo un año hemos perdido 320 habitantes. Nos hemos quedado en 36.793, habría que remontarse muchos años atrás para encontrar una cifra similar, por no hablar de los gloriosos 40.000 del año 2008.
Cuando escuchamos hablar de la España vaciada nos imaginamos una pequeña aldea de meseta castellana con sus casas de piedra semiderruidas y sus callejas desoladas, algo, en definitiva, completamente ajena a nuestro entorno.
Ciertamente estamos muy lejos de tan lúgubre perspectiva pero mucho más cerca de lo que nos imaginamos en las causas que han llevado a esta penosa realidad.
Uno no es un experto en estadística ni en demografía pero no hace falta serlo para entender que el motivo fundamental, más allá del descenso de la natalidad, es la falta de perspectivas de futuro.
Son muchas las iniciativas, algunas muy loables, las que se están tomando en todo el país para conseguir el asentamiento de la población en el territorio, especialmente en el mundo rural, pero no parece preocupar tanto lo que está pasando en ciudades medianas como Andújar.
Se dirá que no es el nuestro un caso singular, ciertamente, sin ir más lejos Linares ha perdido más de 600, pero no es menos cierto que Úbeda solo pierde algo más de un centenar.
En cualquier caso la cruel realidad es que los jóvenes de Andújar se tienen que marchar lejos de su tierra para labrarse un futuro.
Estamos a las puertas de una crisis cuya profundidad y duración aún desconocemos, pero todo parece indicar que no será ni ligera ni breve, lo que puede endurecer aún más esta situación.
Pero también sabemos que de las crisis se sale con trabajo y sacrificio, pero también con audacia, valentía y capacidad de asumir riesgos.
Imaginación radical, creatividad, y una unidad de acción que solo es posible con liderazgos políticos y sociales sólidos que asuman estos retos y tengan capacidad de concertación y movilización.