Rafael Flores
Corría el año 1794. A consecuencia de un duelo ilegal Xavier de Maistre, un joven aristócrata oficial del ejército sardo, es condenado a seis semanas de cárcel, pena que le sería conmutada por un arresto domiciliario de 42 días en Turín, tiempo que aprovecharía para realizar una peculiar excursión entre cuatro paredes que daría lugar a la obra que le daría fama: “Viaje alrededor de mi cuarto”.
En ella, y para combatir esa mezcla de desazón y aburrimiento similar al que ahora nos invade, De Maistre lleva a cabo un sorprendente ejercicio de ingenio recorriendo su habitación con paradas descriptivas en el sillón, la chimenea o la cama en una deliciosa parodia de las novelas de aventuras tan en boga en aquella época.
Quizás no todo el mundo dispone de su talento para hacer del obligado confinamiento una obra de arte, pero estoy convencido de que tenemos capacidad e imaginación suficientes para encontrar las herramientas necesarias para sobrellevar este tiempo sin tener que contravenir las estrictas medidas de aislamiento que se nos exigen y la realidad y la sensatez nos imponen.
Viene esto a cuento de las libertades que algunos, muy pocos ciertamente, se toman a la hora de interpretar estas limitaciones saliendo a plena a calle a entretener al respetable ya sea con alardes taurinos u otras habilidades, con el fin, sin duda bienintencionado, de hacer más llevadero el aislamiento.
Parece mentira que, a estas alturas, haya que volver explicar lo mil veces explicado: solo se puede pisar la calle por motivos plenamente justificados entre los que, evidentemente, no se encuentra el entretenimiento propio o ajeno, por muy noble que sea, insisto, el objetivo perseguido.
El confinamiento es un ejercicio de responsabilidad ciudadana que muchos no pueden cumplir ya que su trabajo es necesario para garantizar los servicios esenciales para llevar una vida lo más normalizada posible.
Agradecimiento infinito para todos los que estos días trabajan para hacernos la vida más llevadera. Quedarnos en casa es el mejor tributo que les podemos rendir aunque se nos haga duro.
El ejemplo de madurez y responsabilidad que el conjunto de la sociedad está demostrando es verdaderamente extraordinario y no puede verse empañando por hechos puntuales, amplificados, viralizados que diríamos ahora, por unas redes sociales insaciables de basura y bulos sin cuento.
Ya lo dijo el filosofo francés Blaise Pascal: «todas las desgracias de la humanidad se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación».
Que mejor momento este que vivimos para practicar tan complicada como imprescindible habilidad.
Cuídense, cuidémonos. Así cuidaremos a los que nos cuidan.