(Vivir Andújar, Septiembre 2019)

Rafael Flores

En 1980 José Luis de Vilallonga, personaje al que la fama de bon vivant eclipsó a un brillante conversador y notable escritor, bautizó uno de sus libros de memorias con el sentencioso título de “La nostalgia es un error”.

Alaska canta en una de las canciones de Fangoria la nostalgia es una droga
dura y adictiva que te enreda poco a poco en su telaraña fría”.
También se dice que la nostalgia es la venganza de la memoria, aunque yo más bien diría que lo es del olvido. Parecería, en fin, que la nostalgia tiene muy mala prensa.

Aunque sea una pedantería, gracias Wikipedia, no está demás recordar que la palabra nostalgia, atendiendo a su raíz griega de nostos, regreso, volver a casa, y algos, sufrimiento, podría definirse como el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar y qué, al parecer, era una enfermedad que aquejaba a los soldados por la añoranza de la patria perdida.

Septiembre, a las puertas del otoño, esa estación que rivaliza con la primavera en cursilería poética, parece tiempo propicio para nostalgias.

En Andújar septiembre añade una coda al veraneo en forma de feria, y en cada feria, inexorablemente, parece invadirnos un extraña melancolía, un sentimiento de perdida irreparable, de añoranza sentimental del recinto que fue escenario de las ferias de nuestra infancia y/o adolescencia.

Esto nos ocurre, obvio es decirlo, a aquellos que por edad tenemos memoria de los tiempos en que paseábamos nuestros bronceados veraniegos por los intrincados vericuetos del Paseo de Colón, Las Vistillas y espacios adyacentes.

Unas nostalgias estas que a las jóvenes generaciones, esas que solo han conocido el actual recinto ferial, le suenan a relatos arqueológicos del abuelo cebolleta. Y damos tabarra a los millennials que tengamos a mano sobre lo acogedora y familiar que era aquella feria de antaño, de lo bien que lucia el pabellón de “los municipales” con su mesita de los botijos en medio, del fresquito que subía del Guadalquivir, de lo bien que lo pasábamos montados en “el látigo” o de cómo vimos actuar a tal o cual cantante o grupo de moda.

Y cada año se abre el estéril debate sobre aquellas y estas ubicaciones cuando en realidad lo que comparamos son aquellos y estos tiempos y, sobre todo, aquellas y estas edades: las nuestras de entonces.

No sé si la nostalgia es un error pero desde luego es una perdida de tiempo, un ejercicio tan entretenido como inútil. La feria de este año será la mejor de su vida para quien la viva como si fuera la última, para quien cualquier tiempo pasado no fue necesariamente mejor… ni peor.

Nos vemos, pues, en la feria.

Por Redacción

Local

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *